El asistente, un adolescente de pelo desaliñado y gafas, llevó a Emma y Klaus a la sala cuatro, que se encontraba al final de un pasillo decorado con fotos de personalidades famosas que habían visitado el bar de karaoke por casualidad. Mientras caminaban, el asistente no podía evitar mirarlos curiosamente, como intentando recordar de dónde los conocía. Klaus se dio cuenta de la expresión del joven y arqueó una ceja.
«Debe ser mi imaginación...», pensó el asistente con una tímida sonrisa en su rostro por mirarlos demasiado tiempo. —Aquí está la sala cuatro. Si necesitan más tiempo, solo aumentenlo usando la app. ¡Diviértanse! —dijo.