El resplandor de la luna brillaba sobre el Palacio Real en el norte de la Capital de Tretidan, haciendo que las estatuas y monumentos de cuarzo parecieran casi mágicos. Además, los detalles recién tallados en las paredes del palacio parecían cobrar vida bajo la suave luz, mientras los jardines exudaban fragancias envolventes.
Xisrith sentía una mezcla de fascinación y nerviosismo, pero la presencia de Kaizen a su lado era alentadora.
Subiendo las escaleras de piedra que llevaban a la puerta principal del palacio, vieron a los imponentes guardias reales apostados en las gruesas y grandiosas puertas. Su armadura blanca brillaba como reliquias antiguas, y sus lanzas parecían tocar las estrellas. Xisrith inhaló profundamente, preparándose mentalmente para lo que vendría.
A medida que se acercaban al límite permitido para los turistas, uno de los guardias se acercó, levantando la mano en señal de saludo.—Identifíquense y declaren su intención.
Kaizen se adelantó y dijo en voz alta: