El grupo se acercó con cautela al cadáver del gigante de hielo sin darse cuenta, pero aunque estuvieran lo suficientemente cerca para verlo ahora, todavía estaba a varios kilómetros de distancia, y por suerte podían verlo porque la niebla era menos densa en esta región.
El gigante estaba tumbado boca abajo, inmóvil y congelado, su masivo cuerpo cubierto con capas de hielo y nieve, y a su lado había un gran martillo. La cara del gigante era de alguna manera extraña, con una expresión de serenidad congelada.
—¿Es posible que este gigante sea al que vimos en aquel entonces? —sugirió Kaizen, mirando seriamente a sus compañeros.
—Si es así, alguien o algo poderoso lo ha derrotado —respondió uno de los Descragones.
Los otros miembros del grupo intercambiaron miradas preocupadas, conscientes de que estaban adentrándose en territorio peligroso.