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Con dos invasores rápidamente neutralizados, Kaizen y Xisrith mantuvieron la presión sobre los demás.
Los invasores restantes, ahora conscientes de que el peligro era aún mayor de lo que habían sido advertidos, intentaron reaccionar y contraatacar para protegerse. Sus espadas de acero chocaron con la espada escarlata de Xisrith, chispas volando por el aire y el sonido metálico resonando a través del amplio salón. Xisrith manejaba su espada magistralmente, entregando golpes precisos y rápidos que cortaban el aire en movimientos fluidos. Bloqueaba y desviaba los ataques de los intrusos con facilidad, mientras sus ojos buscaban huecos en sus defensas para contraatacar. Su mirada seria y determinada transmitía una confianza inquebrantable.