Tras descender una larga escalera, los jugadores finalmente llegaron a una imponente puerta, cuya superficie estaba cubierta de antiguos símbolos de plata y adornos que ni siquiera parecían desgastados. Era como si fuera la entrada al corazón palpitante del palacio. Con cuidado, Kaizen empujó la puerta, y un chirrido resonó a través del pasillo vacío, anunciando su entrada.
Tan pronto como se abrió la puerta, los aventureros fueron recibidos por una majestuosa sala oscura. Las paredes estaban cubiertas de grandes tapices que parecían contar una historia, mientras que el techo abovedado alto se asemejaba a un cielo nocturno, lleno de estrellas y otras figuras pintadas magistralmente. La vista era tan deslumbrante que parecía transportarlos a otro mundo.
Kaizen y Xisrith compartieron una mirada de asombro, conscientes de que habían entrado a un lugar muy interesante.
—Revisaré aquel lado —dijo Kaizen, mirando los tapices.