Xisrith estaba fascinada por el tamaño del puerto de acoplamiento. Sus ojos brillaban con intensidad. Los enormes dirigibles flotantes amarrados parecían gigantes dormidos, listos para ser despertados y llevar a sus pasajeros a cualquier lugar.
El movimiento frenético de la gente en el puerto era un verdadero espectáculo de habilidad y coordinación. Tripulaciones ágiles y uniformadas se movían entre los dirigibles, cargando provisiones, verificando equipos y haciendo ajustes finos a los globos mágicos que mantenían las naves en el aire. El sonido de los motores y el traqueteo metálico de cadenas y engranajes se mezclaban en una sinfonía industrial que resonaba por millas. Las cadenas de metal, imponentes y brillantes, conectaban los navíos a puntos de anclaje estratégicamente situados en la plataforma.