La piedra en el centro del claro era de color gris claro, con muchas grietas y marcas que contaban la historia de siglos pasados. Su superficie era áspera al tacto, como si las raíces de los árboles cercanos la hubiesen abrazado con el tiempo, y había una runa escrita en ella que Kaizen recordaba bien de haber explorado esta región hace algún tiempo.
La luz del atardecer creaba un juego de sombras danzantes sobre la piedra y la hierba. Una ligera brisa soplaba por la zona, haciendo que las hojas susurraran suavemente, produciendo un sonido sereno.
Mientras Kaizen observaba el claro, notó que el cielo estaba teñido con tonos de naranja y rosa. El sonido de agua corriente a lo lejos añadía una banda sonora suave al entorno, a juego con los cantos de los pájaros distantes.