Kaizen estaba inmerso en un nuevo proyecto en el taller de su tienda. Su objetivo era forjar una espada legendaria cuya fama traspasara reinos y mundos.
Crear algo de tal rareza era un gran desafío, pero estaba determinado a crear el arma perfecta que sería su eterna compañera y leyenda.
Con sus hábiles manos, forjó el acero en una hoja afilada, cuidadosamente trabajada con surcos y muescas que le daban a la espada una belleza única. Cada golpe del martillo era preciso y controlado, transmitiendo su talento y pasión por el oficio mientras aplicaba la habilidad de
El intenso calor del horno envolvía el entorno mientras Kaizen templaba la hoja, dándole la dureza y resistencia necesarias. Sumergía la espada en un pozo de aceite y observaba cómo las llamas ardientes consumían las impurezas, dejando una superficie brillante, casi prístina.