Cuando Linus y Kaizen atravesaron la abertura en la gran y colosal puerta, fueron inmediatamente recibidos por una vista espectacular. Ahora se encontraban en una amplia sala subterránea con un techo lo suficientemente alto como para acomodar un pequeño edificio. El suelo estaba cubierto con una fina capa de arena blanca, la cual brillaba con el reflejo de varias antorchas dispersas a lo largo de las paredes. Alrededor de la sala había varias estatuas de mármol de figuras humanas en poses dramáticas y expresiones intensas, diez estatuas en total.
En el centro de la sala, un objeto resplandeciente captó la atención de Kaizen: un enorme cristal verde que emitía una luz tenue pero constante.
Linus, por su parte, caminó delante de Kaizen, mirando atentamente las estatuas mientras avanzaba.