Mientras Kaizen observaba la criatura mitad hombre y mitad lobo ante él, todo se quedó en silencio. El sonido de las gotas cayendo sobre la hierba y el arroyo, así como el sonido de las pequeñas cascadas, estaban en el fondo de su oído como si todo a su alrededor se hubiera vuelto sin valor y ya no le preocupara.
Este silencio duró solo unos segundos, pues, tras ese breve momento, la enorme y aterradora criatura se movió. Al borde de la piedra, se plantó con sus dos patas inferiores, como un hombre ordinario, y cerró los ojos por un segundo. Luego, cuando este monstruo abrió los ojos, saltó de la roca y cayó justo frente al Mono de Cabeza de Cobre que se escondía en su sombra.
El mono estaba en shock al ser encontrado e instintivamente trató de correr en un desesperado esfuerzo por sobrevivir.
En un abrir y cerrar de ojos, la criatura de ojos blancos lo atrapó con una sola mano, sin darle a su presa ninguna oportunidad de escapar.