—No hay poderes débiles, Angakok... solo usuarios débiles.
Parecía que fue solo ayer cuando su maestro le estaba dando esta lección en el campo de entrenamiento del pueblo.
Angakok siempre había sido diferente a los demás en el pueblo, un joven fascinado con la fuerza y decidido a convertirse en el más fuerte.
Su maestro, un mortal, era el sanador del pueblo y usuario de habilidades especiales.
Podía hablar con los animales, podía preparar pociones medicinales para curar heridas y podía rezar a los dioses de la naturaleza para recompensar al pueblo con una cosecha abundante y buena lluvia.
Él era el chamán que Angakok quería ser cuando creciera, pero todo cambió cuando vio a esa figura amable y paternal de un maestro, violando sin piedad a su madre porque su padre le debía dinero y no le pagaba el préstamo.