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—¡Argghhhhh vamos! —Max gritó mientras comprimía las tres runas una hacia la otra con toda su fuerza.
Estaba forzando juntas las crudas e indomables runas del espacio, el tiempo y la gravedad en una entidad singular, una tarea que estaba poniendo su cuerpo recientemente mejorado bajo un duress inmediato, probando su resistencia y límites.
Afortunadamente, su cuerpo ahora divino vibraba con poder, su corazón latiendo rítmicamente a medida que coincidía con las oleadas crecientes de esencia divina dentro de él.
Max, armado con décadas de conocimiento de investigación, canalizó la esencia divina, dirigiéndola como un artista con un pincel, dando forma a los bordes ásperos de las tres runas, forzándolas a una unidad para la que no estaban destinadas.
El estado natural de las runas era permanecer separadas, independientes unas de otras, y era esta convergencia forzada lo que estaba causando que el reino convulsionara en rebelión.