—De nuevo, Max —la voz de Kremeth resonó sobre las llanuras azotadas por el viento. Max levantó la vista desde donde estaba, golpeado y magullado tras otro intento fallido. Su cuerpo dolía y su mana estaba bajo, pero sabía que no podía permitirse ceder.
Con un suspiro, se levantó, sus ojos se endurecieron con determinación, tenía todo el tiempo del universo dentro de esta cámara, todo lo que necesitaba hacer era seguir levantándose y progresando lentamente, todo lo demás caería por su propio peso.
Las primeras semanas del quinto año en su entrenamiento fueron agotadoras. Max se levitaba a unos pies del suelo, solo para perder el control y estrellarse de nuevo al suelo momentos después. El dolor era familiar, un viejo compañero ya. Pero eso no lo hacía más fácil de soportar.
