El corazón de Asiva latía fuera de su pecho al ver la destruida Fortaleza del Sur; a primera vista no había más que muerte y carnicería por todas partes.
—¡¿Max? ¿Max? ¿Dónde estás Max? —gritaba Asiva a pleno pulmón mientras volaba sobre los escombros.
Mira, que también estaba igual de ansiosa, logró divisar a Max y se lanzó directamente hacia el lugar donde yacía apoyado contra un pilar.
—¿Estás bien? —preguntó Mira en dracónico, ya que podía sentir la vitalidad en el cuerpo de Max, pero el hombre no abría los ojos.
—¡Max! Abre los ojos, cabrón, ¡no te atrevas a morirte! —dijo Asiva con los ojos llenos de lágrimas. A diferencia de Mira, ella no podía sentir la vitalidad de Max y por eso asumió lo peor al verlo todo ensangrentado y con los ojos cerrados.
—¡Buuu! —dijo de repente Max al abrir los ojos y sobresaltar a Mira y a Asiva, comenzando a reírse justo después.