—¡Aún hay dos capítulos más en camino! —anunció.
En el lejano norte, las mejillas de Darla estaban rojas. Su entrepierna estaba húmeda y respiraba pesadamente, solo pensando en cómo sería destruida por ese hombre. Había volado de regreso a la nueva casa del clan Dracónico tan rápido como pudo. En su mano estaba la cabeza ensangrentada de Triana. No le importaron las miradas de quienes la rodeaban mientras se dirigía directamente hacia los aposentos del príncipe. Tenía un gran patio que daba a toda la cadena montañosa. Se podía ver que era un patio construido de manera muy meticulosa. Darla siguió adelante hacia las puertas, solo para ser detenida antes de poder entrar.
—¡Alto! ¿¡Qué estás haciendo!? —exclamó uno de los guardias.