—¡Lo estás pronunciando mal! —una mujer le siseó a Rui—. Es H'ahmatouoho, no H'ahmatoooho.
—¿H'ah-H'ahmatouoho? —Rui balbuceó.
—No está mal, ¡pero mejóralo! —ella lo miró fijamente, aparentemente indiferente a su estatus como Artista Marcial.
Si no fuera porque Rui mantenía la paciencia y madurez que venían con cincuenta y nueve años de vida, bien podría haber perdido la paciencia con su apasionada entrenadora lingüística en su entrenamiento del dialecto Vilun.
Rui luchaba con el número de sílabas que parecía tener cada palabra. Incluso un saludo simple tenía tantas sílabas como una frase normal en el idioma Kandriano.
—Me gustaría reconsiderar la sabiduría de depender de un traductor —Rui le dijo directamente a Carl.
—Bonito intento, pero no —respondió Carl, divertido.
—El Senior Ceeran podría depender de un traductor —señaló Rui—. ¿Por qué no puedo hacer lo mismo?