Justo cuando Rui estaba a punto de irse, el hombre que lo había guiado hasta aquí intervino.
—Disculpe... —dijo con timidez, llamando la atención—. No quiero ser grosero, pero los Aprendices Marciales de nuestro grupo me han informado de algunas observaciones preocupantes sobre usted...
Rui suspiró, habiendo esperado esto. —¿No tengo pinta de Escudero Marcial?
—Sí —respondió el hombre—. No es que desconfiemos de la credibilidad de la Unión Marcial Kandriana de ninguna manera, pero sería un gran alivio si pudiera proporcionarnos alguna forma de demostración de su poder o estatus como Escudero Marcial.
Rui suspiró, sin embargo antes de que pudiera responder, el anciano intervino.
—Eso no será necesario —una sonrisa se asomó en el borde de su boca—. Este hombre es auténtico.
Una sonrisa divertida se asomó debajo de la máscara de Rui. —¿Estás seguro de eso?
—¿Parezco indeciso?
—Pero señor... —el hombre intentó apelar a él.