Llegó la noche y Alberto regresó a la mansión con sus subordinados. También trajo a alguien con él. Era un hombre que vestía una armadura de bronce y su rostro apenas podía verse debido a la capucha que cubría la mitad de su cabeza.
—Mayordomo Rendell, ¿está el Señor Aethelwolf aquí? —preguntó Alberto al hombre que los recibió. Era el recién nombrado mayordomo de la casa, Rendell Lassiter.
Rendell sonrió a Alberto. Su mirada se desvió hacia el hombre detrás de Alberto. —¿Este debe ser Espada Rápida? El Señor Aethelwolf os espera en su estudio —dijo.
—De acuerdo. Gracias —dijo Alberto. Luego, indicó a sus subordinados que se retiraran y solo llevó consigo a Espada Rápida.
—¡Espera! —Alberto miró a Rendell confundido —. ¿Qué pasa?
Rendell le entregó un pequeño frasco lleno de galletas. —Lleva esto. La joven señorita podría no dejaros entrar si no le dais algo. Lo preparé por si acaso —se rió mientras decía esas palabras.