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Río no sabía cómo responder al comentario juguetón de su hermanita, así que simplemente sonrió y entró a la casa mientras Rosa los guiaba. El primer piso parecía vacío, dejándolo preguntándose dónde estarían los demás.
Rosa les informó —Mamá está en la cocina, preparando una comida para nosotros.
Mientras empezaban a subir las escaleras hacia el segundo piso, Río escuchó voces débiles.
Frunciendo el ceño, se detuvo para observar qué era. Al darse cuenta Rosa, dijo —Ese es el abuelo...
Río se giró y preguntó con voz rígida —¿Qué le pasó?
—Deberías verlo por ti mismo —sugirió Rosa mientras bajaban las escaleras y se acercaban a la habitación de donde venían las voces.
Cuando Rosa abrió la puerta, Río vio a un anciano sentado en el suelo, acunando dos muñecos en su regazo —un niño y una niña. El viejo parecía un niño jugando con juguetes, participando en un juego de fantasía con las muñecas.