—Lo siento si te asusté. Te prometo que nunca te dejaré sola. Siempre estaremos juntos, sin importar lo que pase —Él miró a sus ojos llorosos y dejó un tierno beso en su frente, seguido de un suave beso en cada uno de sus párpados cerrados. Su tacto estaba lleno de afecto y ternura, calmando su mente turbada y tranquilizándola.
Lia sentía su cuerpo relajarse en el estrecho abrazo de Rio, el calor de su cuerpo y el suave latido de su corazón contra su oído calmando sus pensamientos acelerados. Yacía allí, contenta en sus brazos, sus ojos cerrándose lentamente a medida que el agotamiento del día la alcanzaba. La mano de Rio se deslizaba arriba y abajo por su espalda en un movimiento reconfortante, sumiéndola más profundamente en un estado de paz.