El salón del trono estaba envuelto en un pesado silencio, la luz carmesí iluminando las antiguas paredes de piedra. Rowena estaba de pie en el centro, sus ojos carmesíes fijos en Seron, que se encontraba ante ella con la cabeza baja en señal de disculpa.
—¿Escapó del reino? —La voz de Rowena era aguda, su expresión se oscurecía—. ¿Cómo es eso posible?
Seron suspiró, su rostro marcado por la frustración y la culpa—. Perdóneme por mi incapacidad, Su Majestad. Pero parece haber sido un esfuerzo coordinado por parte de un grupo poderoso y no identificado. Ellos ayudaron en su fuga. Sospecho fuertemente que alguien dentro del reino lo ayudó.
Los ojos de Rowena se estrecharon, sus pensamientos revoloteaban mientras las posibilidades centelleaban en su mente.