—¡Catarsis mis pies! —Rebeca gritó en su mente, aunque su atención se desplazó inmediatamente al cálido látigo que se presionaba contra su coño, lo que la hizo temer si la iba a azotar allí abajo.
—Tú… forastero pervertido… ¿Te enorgulleces de azotar a una mujer indefensa? ¿Te hace sentir como si tuvieras algún valor? —preguntó Rebeca con una sonrisa temblorosa pero burlona. Decidió distraerlo provocando su ego y hacer que al menos se olvidara de azotarla por hoy.
Asher curvó sus labios, viendo fácilmente a través de lo que ella intentaba hacer, aunque también sintió el impulso de hacer que se arrepintiera de sus propias palabras.
—*¡Thud!* —Rebeca inconscientemente dio un respingo al escucharlo dejar caer el pesado látigo al suelo.
—¿De veras funcionó su burla? Al final seguía siendo un mocoso arrogante. Lo había sobreestimado. Qué chiste.