La primera luz del amanecer se colaba sobre el horizonte, proyectando largas sombras sobre las frías piedras del Patio Oriental en el Castillo Demonstone.
Rowena y Isola entraron juntas, con sus rostros ligeramente sonrojados, y su piel tenía un brillo particular que las hacía ver aún más atractivas.
Después de un momento de pesado silencio, Isola finalmente rompió la tensión.
—¿Me equivoco al suponer que querías hablar sobre... Asher? Anoche... Él también vino a ti, ¿verdad? —preguntó Isola, aclarándose la garganta.
Rowena encontró la mirada de Isola, su expresión reservada, pero sus ojos apenas podían contener un atisbo de vergüenza.
Sus ojos carmesíes se movieron erráticos antes de posarse de nuevo en Isola—. Ya que estás preguntando... Entonces no puedo ser la única que sintió algo diferente en él, ¿cierto? —respondió con voz baja.