—...Pero no te preocupes... nuestra relación comercial apenas ha comenzado —dijo Asher mientras las comisuras de sus labios se curvaban en una sonrisa inquietante.
Al escuchar sus palabras, las emociones de Esther fueron un torbellino, un maelstrom de ansiedad, determinación y un rubor involuntario de vergüenza que pintó sus mejillas de un tono rosado. —Yo... yo quiero renegociar los términos y hacer un nuevo contrato con más favores de mi Casa hacia ti. Pero quiero destruir el presente —declaró, su voz una mezcla de desafío y desesperación, una apuesta descubierta con la esperanza de recuperar alguna apariencia de control.
La risa de Asher, rica y desenfrenada, llenó el espacio entre ellos, un sonido que hizo vacilar la resolución de Esther y fruncir el ceño en fría frustración.