Asher caminó hacia una parte más siniestra de la mazmorra.
Sus recovecos más profundos estaban envueltos en una oscuridad casi palpable. El corredor, donde Asher andaba con pasos seguros, resonaba con un coro de susurros inquietantes, gemidos y la ocasional respiración áspera, aumentando la sensación de inquietud.
Ni siquiera había ventanas en estas celdas, evitando que cualquier luz ingresara.
Al acercarse a una de las celdas, una sonrisa se formó en su rostro mientras deslizaba la mirilla —toc, toc —la voz de Asher destilaba burla—. ¿Todavía respiras ahí dentro, o te sientes bien para una segunda ronda?
Un ruido de movimiento emanó desde dentro de la celda —¡P-Portador del Infierno! —la voz de Víctor se filtraba, quebrada y llena de dolor. Sus respiraciones eran irregulares y desiguales, insinuando el tormento al que había sido sometido.