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La lluvia continuaba cayendo a su alrededor, mientras la bruma giratoria actuaba como un velo, oscureciendo el mundo más allá. El silencio entre los dos estaba preñado de emociones y recuerdos pasados. El trueno retumbaba suavemente en la distancia.
La sonrisa de Asher se transformó en una sonrisa sombría, comprendiendo la tormenta que rugía dentro de su viejo camarada. —¿Has oído los rumores? —Asher comenzó, rompiendo el silencio—. ¿Sobre el Príncipe Dorado, o mejor dicho, su fantasma, merodeando en esta misión?
Los ojos tempestuosos de Mijaíl buscaron la cara de Asher, todavía luchando con la incredulidad.
—¿Ese... fuiste tú? —susurró, su voz llena de una mezcla de esperanza y aprensión—. Pruébalo... Muéstrame tu luz.
La mirada de Asher se bajó, y soltó un suspiro que llevaba un atisbo de tristeza. —No puedo... no ya más. Tuve que usar un tesoro poderoso, una cosa de una sola vez. No puedo replicar eso de nuevo.