La puerta de la amplia oficina de Gary chirrió al abrirse, y entró un joven con una mirada calculadora en sus ojos, justo como los de su padre.
—¿Quién podría ser sino el hijo del dueño del gremio, Tristan Wesman, quien entró en la habitación con una sonrisa segura?
Tristan era un hombre alto y delgado, con rasgos agudos y ojos negros fríos. Su cabello era oscuro y estaba peinado con pulcritud, y llevaba una chaqueta de cuero negra sobre una camisa blanca impecable, cuyo cuello estaba levantado.
Al acercarse al escritorio de su padre, hizo una pequeña inclinación de cabeza a modo de saludo:
—Padre. ¿Querías verme con respecto a ese trato?
Gary se giró y miró a Tristan con una pequeña sonrisa en los labios:
—¿Has completado todos los preparativos para ir a la Academia de Cazadores? —preguntó, su voz profunda y sin embargo con un atisbo de orgullo.
Tristan asintió con confianza: