—Maldito seas. ¿Por qué siempre tiene que ser tan difícil cuando tú estás cerca? —maldijo Pereza, sintiéndose aún más enfurecido por la loca posibilidad que William acababa de proponer—. Entonces dime, ¿cómo podemos lidiar con este traidor? ¿Cómo exponerlo? No esperarás que me ponga a gritar: ¿¡Quién es el traidor aquí?!!
—De hecho, hay una manera simple de descubrirlo... —William le contó a Pereza sobre su plan. Y cuanto más hablaba, la cara de Pereza se relajaba—. Me gusta este plan tuyo —asintió—, en el peor de los casos, ¿el rey será salvado, verdad?
—Él será salvado de la toxina —William se negó a dar una promesa tan grande, pero eso no molestó a Pereza—. Mientras puedas curarlo de esa maldita toxina, entonces está bien. Deja las demás cosas a los hombres adultos.
William no objetó tal afirmación, antes de ver a Pereza alejarse. Hizo todo lo que pudo para salvar al rey y sacar a todos de esta inminente crisis. Y ahora todo se reducía a una tarea más que hacer.