Con el público aún vitoreando, Astaroth y sus compañeros fueron teletransportados fuera de la arena, a un lugar en las gradas. Estaban todos agrupados y ahora podían observar todas las demás luchas que estaban sucediendo.
Astaroth se sentó para disfrutar del espectáculo, pero antes de que pudiera hacerlo, un Demonioide de su equipo avanzó hacia él pisoteando con fuerza.
—¡Tú! ¡Me robaste el protagonismo! ¿¡Cómo puede un debilucho como tú matar a esos cinco jugadores tan rápido?! ¡Seguro que hiciste trampa! —Anton gritó en la cara de Astaroth.
La mujer Arquera y el Paladín no hablaban, pero por las miradas que le lanzaban a Astaroth, él podía adivinar que tenían pensamientos similares. No tenía ganas de discutir, así que intentó restarle importancia al asunto.
—Eres tú el que asumió que yo era débil. Yo no he dicho tal cosa —respondió Astaroth, tratando de sonar lo más pasivo posible.