David observaba un camino de entrada de cemento excavado en la costa norte de las orillas de Montreal, en una parte boscosa de los burgos tranquilos. Un solo camino se desprendía de ese camino de entrada, serpenteando a través del bosque hasta llegar a una carretera cercana.
Su refugio finalmente estaba terminado.
David sonreía mientras caminaba por el camino hacia las enormes puertas de acero que daban acceso al interior del refugio.
—Tomó un tiempo, pero finalmente está terminado. Ahora, podemos empezar a traer gente que sabe lo que se avecina. Y cuando sea el momento adecuado, podremos traer a tantos como sea posible aquí para mantenerlos a salvo.
Se detuvo frente a las puertas de acero, mirando hacia una cámara antes de que las puertas empezaran a abrirse con un chirrido.
Cuando concibió los planes por primera vez, quería que el refugio estuviera atendido por al menos diez guardias, cuyo único trabajo sería regular quién entra y quién sale.