En la plaza principal de Ciudad Bastión, situada justo fuera de las murallas interiores, el flujo constante de personas entrando y saliendo no cesaba. El teleportador, ubicado justo en esa plaza, traía y llevaba gente de todas las razas dentro y fuera de Ciudad Bastión, como un río que jamás se acaba.
Pero la estructura cúbica con sus columnas de piedra morada cambió repentinamente a un rojo brillante, haciendo que los ciudadanos cayeran en pánico y los guardias en locura.
A un lado, un capitán de escuadra estaba actualmente explicando las medidas de seguridad vigentes en el teleportador al nuevo consejero militar cuando las alarmas comenzaron a sonar en la plaza.
Declan miró al capitán, frunciendo el ceño desde su sujeción debajo del brazo.
—¿Qué está sucediendo, capitán? —el hombre giró la cabeza, agarrando a un guardia que pasaba.