—Maestro. Estás despierto. ¿Estás bien?
Astaroth tardó un momento en recordar a quién pertenecía la voz.
—Genie... ¿Dónde estoy? ¿Y por qué siento como si alguien hubiera pisoteado mi cabeza? —El balanceo se detuvo cuando se sentó, Genie dejando de avanzar. Astaroth resbaló por su lado, colapsando en cuanto sus piernas tocaron el suelo.
No se había sentido tan débil en mucho tiempo. Sintiendo cómo su cabeza palpitaba de dolor, y su cuerpo pesado como el plomo, Astaroth se preguntó qué había pasado después de que se desmayó.
Luego su memoria le refrescó lo sucedido antes, y de repente tuvo una idea de lo que había pasado.
—Genie. ¿Estamos en algún lugar seguro? Necesito meditar por un rato.
—Aún no estamos a salvo, Maestro. Pero no estamos lejos de la seguridad —Mirando a su alrededor, Astaroth notó que ya no estaban en la superficie. Aunque la luz que le rodeaba parecía de algún modo natural, provenía de piedras incrustadas en las paredes del túnel por el que viajaban.