David sacó primero de su mochila una pequeña barra metálica de aproximadamente un pie de largo, con una joya de color rojo oscuro incrustada en la punta. La pequeña barra parecía la batuta de un maestro, con una gema ornamental en ella.
Se la entregó a Kary, apuntando la gema hacia sí mismo.
—Sé que te gusta lanzar hechizos con tus manos en Nuevo Edén. Pero pensé que, dado que el maná es mucho más escaso y raro aquí, una varita podría ayudarte a canalizar mejor tus hechizos y aumentar tu fuerza actual —Kary tomó la varita de sus manos, ya sintiendo la energía ardiente en la gema. La gema parecía demasiado oscura para ser un rubí, y su corte también parecía diferente.
Kary podía sentir ya una conexión estableciéndose entre su maná y la pequeña gema en la varita. Al agitar la varita, pequeñas llamaradas brotaban de ella.
—Esto es fácil. Es como si estuviera tratando de encender un fuego bajo el agua hasta ahora. Gracias, David —Él la despidió como si no fuera nada.