La lujosidad del avión privado no era algo que pudieran ver todos los días. Caminando por el pasillo central, se sentían como si estuvieran entrando en un hotel chic.
Los asientos del avión estaban todos bien espaciados y cubiertos de cuero blanco. Cada uno de ellos tenía su mesita personal, sobre la cual podrían escribir, comer o hacer lo que quisieran.
Pero incluso mejor aún, fue algo que vieron cuando Jack se sentó. Giró su asiento, para que quedara mirando a otro asiento detrás, con la mesa ahora entre ambos.
El hombre señaló el asiento frente a él, mirando a David.
—Siéntate.
No había pregunta. Solo una orden.
Dado que el avión era de Jack, y era la única manera en que él y Alex podrían llegar a donde necesitaban estar a tiempo, David suspiró pero obedeció. Sentándose frente a Jack, cruzó una pierna sobre la otra, hundiéndose en el asiento.
—¿Siempre viajas en esto? Este lugar es cómodo como el infierno —dijo David.