Astaroth caminó rápidamente hacia fuera del palacio del árbol. Miró al cielo y estimó el tiempo.
—Hmm. Faltarán alrededor de seis horas para que se ponga el sol. Necesitaré volver para entonces.
Fénix lo miró murmurar, con Morticia siguiéndola todavía. Que ella la siguiera a todos lados la estaba irritando.
—Morticia. No necesitas seguirme a todos lados, ¿sabes? —dijo Fénix.
—Oh, lo sé, querida. No te estoy siguiendo a ti. Lo sigo a él, igual que tú —respondió Morticia.
Ver a Morticia señalando a Astaroth hizo que la ira de Fénix volviera a aflorar.
—Ya te dije que te alejes. No me hagas quemarte hasta las cenizas —amenazó Fénix.
—Oh, cariño. Tú y yo sabemos que te dormirías más rápido de lo que eso sucedería. Pero no es por eso que lo sigo. Algo en la forma en que actúa me intriga. Como si siempre estuviera mirando el panorama general —explicó Morticia.