Ya habían pasado dos días desde que Astaroth y Violeta dejaron el bosque donde la aldea estaba escondida. Y desde entonces habían viajado por muchos terrenos diferentes.
Túneles de oscuridad indescriptible; llanuras hasta donde alcanza la vista; montañas lo suficientemente altas como para causarte dolor de cuello buscando la cima; ríos de flujo torrencial; lagos tan calmos como un monje rezando.
Violeta se asombraba ante cada nuevo sitio, y Astaroth estaba francamente impresionado por el nivel de detalle que los desarrolladores habían puesto en el juego. Si no supiera mejor, pensaría que éste era un mundo totalmente nuevo.
También habían pasado por diferentes zonas de nivel, variando desde zonas de nivel diez hasta zonas de nivel cincuenta. Especialmente las últimas los hacían disminuir la velocidad.
A pesar de que Astaroth confiaba en su destreza de combate, dudaba de que pudieran salir de un enjambre de monstruos de nivel cincuenta. Era simplemente suicida.