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Después de despertarse en su nicho, Astaroth comenzó a empacar lo poco que guardaba aquí. Era casi nada, ya que la mayoría de sus cosas las conservaba dentro de su inventario.
Luego salió, dirigiéndose hacia el nicho de Violeta. No estaba lejos del suyo, así que se tomó su tiempo, caminando lentamente, disfrutando por última vez de la vista del pueblo ligeramente más abajo.
—¿Violeta? ¿Estás lista? —llamó al nicho.
—¡Casi! ¡Dame un minuto! —respondió Violeta desde el interior.
Astaroth no la presionó, girando para admirar la poca actividad que sucedía en el pueblo. La fragua todavía despedía humo, mientras que el patio del cuartel tenía gente entrenando dentro.
Mirar esto le provocó una pequeña ola de melancolía. Ya dejar este lugar, y por obligación, le entristecía.
Sabía que tendría que partir pronto, ya que subir de nivel le resultaba cada vez más difícil. Pero no pensó que sería tan pronto.