Fehim balanceó su hacha y mató a los últimos ocho esqueletos humanos que guardaban las oxidadas barras de hierro que rodeaban la tumba.
—Apúrate, entra —gritó a Raydon y luego se lanzó hacia la tumba, que estaba extrañamente calma y silenciosa a pesar de estar rodeada por un mar de esqueletos.
Raydon también se apresuró detrás de Fehim mientras jadeaba por aire, usando sus rápidos reflejos y destreza para evitar los ataques que venían por detrás.
*Crack* *Crack*
*Crack* *Crack*
En cuanto Raydon y Fehim pusieron un pie en la tumba, todos los esqueletos dejaron de moverse, se hundieron en el suelo y desaparecieron en la tierra. Unos segundos después, el escalofriante silencio volvió, como si nunca hubiera habido un mar de huesos blancos ahí.