—De acuerdo —respondió Rubén antes de tomar su teléfono, listo para hacer una llamada. Pero antes de que pudiera, el teléfono sonó. Mirando el número desconocido, frunció el ceño por un momento antes de responder.
—¿Hola?
—¿Es usted el Sr. Rubén de la familia Dante?
Rubén se preguntaba por qué la voz le sonaba familiar. Pero, de todos modos, solo para confirmar sus sospechas, preguntó:
—¿Quién eres tú?
—Por supuesto que no me conocerás porque te estabas escondiendo en la oscuridad, intentando jugar al misterioso mientras enviabas a mi Pandilla de los Hermanos Idiotas a nuestra perdición. Qué bueno eres realmente, Sr. Rubén. —El Hermano Idiota dijo sarcásticamente.
Rubén no había esperado que el Hermano Idiota supiera que habían sido ellos los que habían ofrecido la misión. Pero, lo que más le sorprendió fue el hecho de que el Hermano Idiota dijera que los había enviado a su perdición. ¿Cómo? No podía entenderlo.