—¿Por qué carajo haríamos eso? —Abadón rodó los ojos ante los dioses y su falta de comprensión.
—En Seol, hay dos cosas que casi universalmente aman todos. El Sexo y los actos de daño corporal.
—Vaya grupo de creyentes que tienes aquí, Abadón... —dijo Discordia en un tono poco amigable.
Los ojos de Abadón se tornaron hostiles y desapareció de su trono.
Usó una de sus enormes manos y levantó a la diosa de la discordia por la cabeza como si sujetara un balón de baloncesto.
—¡Gah! ¡S-Suéltame, bruto! ¿Piensas que porque te ves jodidamente bien puedes hacer lo que te de la gana- Mmph! —Finalmente, Abadón le tapó la boca a la diosa, pero eso no la detuvo de arremeter golpes y patadas contra su cuerpo.
—Soy consciente de que mi gente no es perfecta, pero aún así son mi gente. Harías bien en no menospreciarlos.