—¡NOOO, HELIOS! —exclamó desesperado.
—¡PADRE! —gritó otro en la distancia.
Iori, Madeleine y Ophelia corrieron hacia el cuerpo atravesado del rey dragón, pero fueron arrojados hacia atrás por un pulso de energía violenta.
Jadaka era la fuente de este ataque no provocado; al retirar su maldita hoja del pecho de su padre, sintió un poder como nunca antes había tenido inundando su ser.
El poder que había hecho a su padre tan infame en todo este mundo ahora se transfería a él, y no podía estar más complacido.
—¿Qué has hecho?! —rugió Iori.
Como respuesta, Jadaka extendió su mano y acercó a su hermano hacia él sin levantar un dedo.
Jadaka sujetó a su hermano por el cuello y sonrió sádicamente ante su impotencia.
—Adelante, hermano. Golpéame de nuevo con ese poder del que tanto te enorgulleces —desafió con burla.
Iori se retorcía en el agarre de su hermano pero se dio cuenta de que su poder era de alguna manera macabramente inferior.