—¿¡Cómo que no pudiste conseguirlo? —bramó Hades.
En su oficina, estaba mirando a tres figuras con túnicas completamente negras y ganchos en lugar de manos izquierdas.
Estas entidades eran más como espectros vivientes, y actuaban como los guardianes de la prisión más famosa en existencia; Tartarus.
—Te hemos dicho...
—Su alma ya pertenece a otro....
—Nadie más que ese puede reclamarla...
La entidad parecida a la muerte hablaba en frases fragmentadas mientras terminaban las palabras del otro, un testimonio de la mente colmena que compartían entre ellos.
Para su mérito, habían encontrado a Lillian bastante fácil y se acercaron a ella sin problemas mientras dormía junto al resto de su familia.
Pero tan pronto como intentaron tomar su alma, se encontraron con una barrera impenetrable como ninguna otra entidad podría esperar romper.
—Nunca hemos visto algo así...
—Incluso tú con tu corona serías incapaz de romper su conexión...