—Hemos firmado el pacto. La guerra comienza mañana.
Abadón ya estaba de vuelta en casa, sentado cara a cara con toda su familia además de algunos invitados extra.
Kanami, Absalom, Malenia, e incluso las trillizas sirvientas estaban todas presentes en su sala de estar.
El ambiente era naturalmente muy serio, y aparte del sonido de la voz de Abadón no se podía oír ningún otro ruido.
—Saldré con Kanami y el resto de los Eufrates al primer rayo de luz. Mientras estemos fuera, dependerá de todos ustedes defender nuestro hogar en caso de que seamos atacados por uno de los cinco.
Pequeña Mira levantó la mano tiernamente y esperó a ser llamada, ya que incluso ella pudo reconocer la seriedad general de la situación.
—Pero padre, ¿no ayuda el gran árbol a mantener alejadas a todas las personas malas? —preguntó Mira con inocencia.
Abadón se impresionó ligeramente de que su hija menor pudiera recordar un dato que él le había mencionado casualmente.