Castillo Scubi, Salón Real...
Marlena y Anon son los únicos sentados dentro de la sala.
—Maestro, ¿cómo hiciste eso? —preguntó Marlena con una expresión confusa.
—Quítate la ropa y dame una mamada, perra —ordenó Anon.
—Eh...? Quiero decir, sí —Marlena habló mientras se levantaba y comenzaba a caminar hacia Anon, lentamente desabrochó sus pantalones y comenzó a darle una mamada.
*Gwak-Gwak-Gwak-Gwak*
«Maestro, ¿puedes oírme?» Un sonido resonó dentro de la mente de Anon.
«Hmmm...? ¿Eres tú, Energía Áurica?» preguntó Anon.
«Sí, Maestro.» Respondió la Energía Áurica.
«¿Puedes comunicarte directamente conmigo?» Anon preguntó.
«Sí.» Respondió la Energía Áurica.
«¿Por cuánto tiempo?» Anon preguntó.
«Puedo hacer esto desde el principio, Maestro.» Respondió la Energía Áurica.
«¿Por qué no me hablabas hasta ahora?» Anon preguntó.
«Bueno, no hablo mucho maestro y no creo que a nadie le guste tener una voz hablando dentro de su mente todo el tiempo.» Respondió la Energía Áurica.