—Bueno, ¿qué quieres hacer con él? Después de escuchar sus crímenes —preguntó Anon con una sonrisa.
—Lo dejaré ir por ahora y lo reportaré a la iglesia superior y si ellos tampoco me escuchan, entonces lo llevaré a la Corte Real —habló Adam con una expresión seria mientras sacaba los clavos de su cuerpo y lo dejaba ir libre.
—G-Gracias... B-Buen, Señor. No olvidaré su bondad —habló el sacerdote con una sonrisa mientras salía inmediatamente de la cabaña y empezaba a caminar hacia la puerta de salida de la fábrica.
—Vaya... Me sorprende tu decisión —habló Anon con una sonrisa mientras miraba a Adam.
—Es derecho de Dios dar y quitar la vida de alguien... —habló Adam con una expresión justa.
—Jaja... Tienes razón. Parece que ya estaba escrito en el destino de ese sacerdote vivir hoy, ¿verdad? —preguntó Anon con una sonrisa.
—Ya te dije, Dios es el único que puede darte la vida y quitártela —se repitió Adam.