—Quiero saludar al Consejero —dijo Frank.
—No te recibirá. Soy su mensajero, si tienes algo que decir, dímelo y transmitiré el mensaje —dijo Anon mientras miraba a Frank con una sonrisa burlona.
—¿Puedo verlo solo un momento? —preguntó Frank.
—No, pero te diré una cosa, el asesino del consejero siempre estará contigo en las sombras y si intentas decir una palabra sobre este lugar o el Consejero a alguien morirás por razones misteriosas y créeme que a tu padre no le importará una mierda —dijo Anon demostrando su autoridad.
De repente, Frank sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal.
—Tú eres su mensajero, ¿verdad...? —Frank preguntó.
—Sí.
—¿Cuál es tu autoridad en este lugar?
—Tanta, que con una sola orden mía cada uno de estos Ogros desenfundarán sus espadas para matarte.
Tanto Frank como la asesina de sangre quedaron en silencio y solo miraron a Anon como ratas atrapadas en una jaula.
—¿Podemos irnos ya? —preguntó la asesina.