—Si no vienes conmigo ahora mismo y tienes sexo con ese humano, entonces todos vamos a estar muertos. Ese humano definitivamente puede hacer lo que dice y me amenazó con destruir mi reino con una expresión tan temible... que no podré olvidar en toda mi vida.
—Ahora, como tu rey, marido y padre, ordeno a las cinco que vengan conmigo y hagan todo lo que le plazca al interés de ese humano. ¿Entienden? —preguntó Nerzis con una expresión asustada, su cuerpo temblando de miedo.
Nadie dijo nada y todos comenzaron a mirar al suelo con expresiones dudosas.
—¿Están sordos o qué? ¿No escucharon lo que acabo de decir? —preguntó Nerzis con voz alta.
—S-Sí... —todos ellos hablaron en un tono muy bajo.
—Bien, vengan conmigo ahora —ordenó Nerzis mientras comenzaba a caminar hacia el gran salón, donde Anon estaba descansando.
Todos se detuvieron justo frente a la habitación y comenzaron a mirar las puertas cerradas con expresiones dudosas.
Nerzis se giró para mirar a sus esposas e hijas.