—Oye, Fe, ¿está tu hija en Hogar? —preguntó Anon con una sonrisa pervertida.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Fe con una expresión confusa.
—Bueno, solo pensé que debería conocer a su nuevo papá... —dijo Anon con la mirada fija en Fe.
Ambos salieron de la Tienda de Telas y subieron una vez más al carruaje.
—No, no, no... No vas a hacerle nada a mi hija. Mi hija es una buena chica y no te permitiré arruinarla, en cambio puedes hacer lo que quieras conmigo.
Mira, si quieres... me bajo los pantalones aquí mismo y me siento en tu pene, pero por favor no toques a mi hija, ¿de acuerdo? —dijo Fe mientras miraba a Anon con ojos esperanzados.
—Fe, Luv. Nunca vine a este reino para buscar una novia... No eras más que un cubo de semen en mi colección desde el principio.
Tú y tu hija, si tengo que decirlo más claramente. Ustedes no son más que orificios para mí. Usaré vuestros coños cuando quiera y luego os desecharé. Después de un tiempo, volveré a usaros y el proceso seguirá —explicó Anon.