Anón se encontró de pie en una fila de espectadores esperando comprar entradas para el partido de hoy. Era una experiencia inusual para él, dada su acostumbrada forma de entrar a diversos lugares sin ser detectado. No podía evitar preguntarse por qué alguien necesitaría comprar entradas para ver un evento público.
—Hmm... ¿Tienes que comprar entradas para ver esto? —pensó Anón mientras observaba a los guardias chequeando a cada persona que entraba al Coliseo. Su curiosidad aumentó al contemplar la necesidad de tal sistema.
Después de una breve espera, finalmente fue el turno de Anón. Se acercó a la taquilla, donde uno de los guardias estaba listo para asistir a los espectadores en espera.
—¿Qué asiento? —preguntó el guardia cuando Anón llegó al mostrador.
—El mejor, —respondió Anón con confianza, disfrutando en secreto la idea de presenciar el próximo espectáculo desde el punto de vista más ventajoso.