Mientras Anon y Fe exploraban la habitación, se hizo evidente que la anterior descripción del laboratorio hecha por Fe era precisa; la sala era antigua, llena de estantes, mesas, sillas y diversas herramientas experimentales. Telarañas colgaban en cada rincón del laboratorio, pero curiosamente, no había un solo insecto a la vista.
A medida que Anon avanzaba más en la habitación, se encontró con una mesa cubierta con un paño rojo.
—Veamos qué escondes —dijo Anon mientras retiraba el paño, revelando debajo un sorprendente surtido de artículos.
Estos artículos eran instrumentos diseñados para la tortura, y estaban lejos de ser comunes; eran herramientas para un tormento extremadamente sádico.
—HoHo... Algunos juguetitos de tortura interesantes, ¿eh...? —comentó Anon mientras tomaba una jeringa de la mesa con cinco agujas unidas a su aguja principal.
—¿Qué es esto? —se preguntó Anon, notando una pequeña nota blanca dentro de la jeringa.
Al abrir la jeringa, Anon sacó la nota.